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La Imagen y El Relato


Por Eduardo Cruz.


Una Imagen

A finales de 1987, tras ser capturada y torturada por el ejército, Karin Eitel se convirtió en una imagen. El video de su interrogatorio fue transmitido por televisión. Después de eso, una publicación de izquierda retomó el hecho y publicó una nota acompañada de una pequeña fotografía extraída del video. En una ciudad de la provincia de Chile, una madre que compartía ideología con la publicación y la mujer torturada vio la foto y decidió nombrar a su hija, todavía no nacida, como la mujer a la que pertenecía aquel rostro demacrado y mal impreso. Si Karin Eitel fue una persona antes de eso, no importó, desde entonces es una imagen. Todo lo que había sido, incluidas sus relaciones, sus intereses y anhelos desaparecieron para encarnar a un mártir.

Comenzando a entender el mundo a través de la imagen,

entendí la imagen. Su fuerza, su misterio.

Michelangelo Antonioni

La pequeña niña nombrada Karin se convirtió en cineasta y, contrario a la mujer que le donó su nombre, carece de imágenes, de cierta forma es fugitiva de este mundo. Historia de mi nombre, su opera prima, es el testimonio de la búsqueda de esas imágenes; un viaje en carretera que es también la reconstrucción de su pasado, el de su familia y el de su país en un momento específico, no tan lejano, pero brumoso.

El filme recrea la ruta que ella y sus padres recorrieron durante sus primeros años, mudándose una y otra vez, de ciudad en ciudad, probablemente huyendo de algo que ella nunca percibió. Intercala material de archivo prestado por vecinos, familias y escuelas en las que estudió con imágenes de carretera en el presente. Filma siempre desde la ventana de atrás del automóvil, «un lugar seguro» en sus propias palabras, el lugar en el que viajan los niños, —tierno guiño que la vincula a otra película chilena: De jueves a domingo (Dominga Sotomayor, 2012)—. Pareciera que lo que busca en aquellas imágenes es poder responder algunas preguntas sobre sí misma: ¿cómo fue crecer en Chile?, ¿qué significó ser niño en el Chile en aquellos años? Su mirada pasiva, pero de cualidad arqueológica, busca extraer de las imágenes no lo que muestran, sino lo que ocultan. Escarba en ellas como quien escarba en la tierra buscando algo desaparecido, pero que tendría que estar ahí.

Las imágenes en la película cobran la materialidad del recuerdo: fugaces, pero contundentes recuperan no solo parte de la vida de la cineasta, sino también un fragmento de la memoria colectiva. Memoria que necesita imágenes para enunciarse y compartirse.

Un Relato

Pienso que los documentalistas siempre estamos filmando

las cosas que están en tránsito de desaparecer.

Siempre está uno trabajando la memoria.

Yo he tomado muy enserio la frase de Cocteau: «El cine es filmar la muerte haciendo su trabajo».

Y para mí la ausencia de memoria es la muerte.

Luis Ospina 1

Nacer en un momento en el que el orden político de todo un país toma una nueva dirección tiene una carga inherente difícil de estimar. Luego del fin de la dictadura militar en 1990, Chile comenzó la llamada «transición» democrática y toda una generación quedó condenada a no ser ni de un lado ni del otro. ¿Cómo narrarse a sí mismo sin apenas entender lo que ocurría alrededor? «No estoy segura si esto es un recuerdo o un relato que hice en mi memoria», nos dice Eitel Cuyul casi al principio del filme, confesando su carencia de certezas.

En una de sus reflexiones escritas, el cineasta argentino Gustavo Fontán contaba una anécdota de cuando fue niño, en ella se perdía en las calles de Mar del Plata y tras buscar desesperadamente a sus padres, acababa por sentarse, sereno, junto a un vagabundo en quien encontró protección a su desamparo. Lo importante no era la historia en sí, sino el hecho de que nadie más aparte de él la recodaba. Con el tiempo se convenció de que se trataba de un sueño . De alguna manera, el principio que gobierna Historia de mi nombre es el mismo, pues dispone la narrativa en medio de una lucha entre lo que se «recuerda» y «lo que pasó», confirmando así la potencia del autorelato. Tal vez por ello es que la cinta se compone de pequeños testimonios, anécdotas y hallazgos que acomodan, de a poco, un panorama general. Entre la ambigüedad de los recuerdos de su solitario padre y la aparente negativa de su madre a dar fe de lo que pasó, Eitel Cuyul construye un relato para sí misma que sirve también para entender lo que sus padres no dicen: «El lugar del que ellos eran no existe, lo soñaron y se desvaneció». Un relato para el Chile que nunca existió y que, tras la desilusión, es todavía difícil nombrar.


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Como a Karin Eitel, las imágenes y los relatos se nos imponen y determinan nuestro lugar en el mundo. Que a treinta años de aquel video ella prefiera que su cara no sea mostrada es prueba del impacto que tuvo. Sin embargo, para Karin Cuyul, la niña nombrada a partir de una imagen, las imágenes fueron necesarias para entenderse. Historia de mi nombre ensaya en esa contradicción, en la caracterización de la imagen a través del relato y viceversa, en la importancia de su comprensión y de su potencial para construir memoria.


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Luis Ospina en entrevista con Pedro Adrián Zuluaga, «La ausencia de la memoria es la muerte» en Revista Arcadia. Disponible en: https://www.revistaarcadia.com/agenda/articulo/la-ausencia-de-memoria-es-la-muerte-una-entrevista-inedita-con-luis-ospina/78128

Gustavo Fontán, «La casa del cineasta / Impresiones sobre el tiempo» en Con los ojos abiertos, 02-Sep-2019. Disponible en: http://www.conlosojosabiertos.com/la-casa-del-cineasta-impresiones-tiempo/

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Título: Historia de mi nombre

Dirección: Karin Cuyul

País: Chile / Brasil

Año: 2019

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