Sobre Un cuerpo sobre el mar
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Por Nataly Maldonado
"El mar tiene una memoria larga. Más larga que la nuestra. En sus olas llevan las historias que hemos olvidado y las que no fuimos capaces de contar."
—Marguerite Duras
Desde la secuencia inicial, el mar actúa como un espejo simbólico, reflejando no solo el exterior sino también el océano interno del protagonista. El sonido del agua y una voz en off nos introduce de inmediato en un espacio donde los cuerpos, desiertos y sin forma, se hunden, evocando la naturaleza frágil y quebrada de la memoria.
¿Qué representa el agua? ¿Es un catalizador o simplemente una corriente que mantiene vivas las memorias, arrastrándolas en el flujo del tiempo? El agua, como las lágrimas, sostiene los fragmentos de nuestras vidas, conservándolos en ese océano.
Una de las primeras imágenes que resuena en la película muestra a una madre y su hijo, en una composición visual que recuerda a una fotografía, donde los cuerpos están en un plano general, la madre al fondo y el hijo al frente, como si el paisaje capturara un momento congelado en el tiempo. Esta imagen se siente como un reflejo, no solo de la relación entre madre e hijo, sino de la distancia emocional que existe entre ambos. Una voz en off profundiza en esta sensación de herida, describiendo los cuerpos heridos y preguntándose a quién dirigir la mirada hasta que la calma madure la sangre.
¿Cómo se cuenta un no recuerdo?
Las transiciones entre las fotografías y las imágenes en movimiento parecen intentos de capturar el flujo de la memoria misma, siempre mutable, siempre desvaneciéndose, como si el cineasta estuviera pintando con la luz : la soledad, la vastedad, y la imposibilidad de un retorno a la inocencia.
El sonido juega un papel crucial. La voz en off no solo narra los recuerdos, sino que se convierte en una corriente subterránea, una suerte de segunda piel para la película. A medida que el protagonista intenta recordar, la película, en su estructura misma, se convierte en un acto de memoria. Pero, como dice el protagonista, "los recuerdos son cuerpos deshechos", y nosotros, al igual que el protagonista, debemos aceptar la incompletitud de la memoria, su capacidad para confundir, para herir.
¿Cómo se cuenta una herida?
Esta película es un diario íntimo, donde se nos invita a entrar, a cuestionarnos, y sentir el dolor de una memoria que no siempre es clara. Dicen que el tiempo cura las heridas, pero ¿qué sucede cuando estas heridas se heredan? ¿Qué pasa cuando una nueva generación tiene que revivir ese dolor para poder finalmente sanar y perdonar?
Pienso en cómo el cine nos permite gritar a través de las imágenes, sanar, perdonar y perdonarnos. Esta película nos recuerda que el dolor no se lleva solo; lo heredamos, lo compartimos entre generaciones, y en ese proceso, también encontramos la sanación.
El cine, como el agua, nos devuelve una imagen de lo que hemos perdido. Y en ese acto, esté filme nos recuerda, que el cine no es una representación de la realidad, sino un mundo que se acomoda a nuestros deseos, nuestros miedos, y nuestras heridas.
El agua y la muerte están en constante diálogo. el acto de mirar. El mar y el río no solo representan la vida, sino también la muerte, el fin de los ciclos, y, quizás, una posibilidad de redención. Las aguas se convierten en el lugar donde los cuerpos heridos flotan, donde el daño se disuelve en la espuma y donde las lágrimas se confunden con las olas.
El agua.
La muerte.
Memorias desbloqueadas.
El deseo, vendido, confundido.
Un río que desemboca en el mar.
Rostros que flotan, cuerpos que se pierden.
La inocencia, frágil, entre el dolor y el olvido.
Mirar el mar, mirar el pasado, mirar el dolor que se refleja en las aguas.
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